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viernes, noviembre 28, 2008

 

Narraciones de una niña cubana.

Presento a Susana León Abella, con un trabajo de Septiembre. 2008.
Nacida en el 1992 escribe por su propio deseo e inspiración, organiza talleres y participa en el proyecto comunitario Haciendo Almas.( Calle 14, 361, apto 5, entre 21 y 23, Vedado, Plaza de la Revolución, C. de la Habana.Cuba. Teléfono: 830 51 11)

Negrito, un perrito agradecido.

Había una vez un hada traviesa, a la cual le decían Esperanza, que le gustaba provocar problemas en diferentes familias y conocer si en verdad en el hogar de esas personas eran capaz de brindar amor y comprensión a todo lo que estuviese a su alrededor. El hada voló hacia uno de los árboles frondosos que tenía un parque. Allí pensó: “Casi todas las personas han tenido en su casa una mascota. Hay quienes crían pajaritos, jicoteas, peces, gatos, en fin diversos animales. El ser humano con el tiempo se va encariñando con su nuevo compañero y este también va sintiendo afecto por su dueño. Por lo que tengo una gran idea para realizar mi próximo juego.” En ese momento el hada desapareció.

Unos días después se encontraba Pedrito, un niño alegre, bueno y cariñoso, jugando pelota con sus amigos en el parque fantástico, cuando se encuentra un hermoso cachorrito, tan negro como el carbón, de ojos grandes y hocico pequeño. Enseguida el niño se le acercó, lo recogió del suelo y lo llevó para su casa. La madre al verlo, inmediatamente le comentó a su hijo:

-Mi vida, no podemos tener un perro.

A lo que replicó Pedrito:

-Mamá, no puedo permitir que este ser vivo, bello animalito, ande por las calles, pasando hambre y frío, que sea maltratado por personas que no tienen ni una gota de sentimiento.

El padre que escuchaba silenciosamente, al ver que el niño no entendía, exclamó:-¡Ahora es un cachorro, pero con los años se volverá un perro grande, y nuestra casa es pequeña, comerá demasiado, entiende que no estamos en condiciones de cuidar un animal! ¡Será mejor que lo dejes donde lo encontraste!

Pedro sabía que si obedecía la orden de sus padres, el cachorro se moriría, pues no iba a tener quien lo cuidara. El chico pensaba en una solución, hasta que se le ocurrió una idea: escondería al perrito en un cuartico que tenía su casa, allí lo atendería con cariño y dedicación. Cuando creciera, entonces pensaría en otra solución. Todas las mañanas, escondido de sus padres, Pedrito iba a ver a su nuevo amigo, le llevaba comida, agua y una mantita para abrigarlo del frío. Una tarde le comentó:

- Eres un cachorrito muy lindo y juguetón, pero debido a tu color te llamaré Negrito. Pienso todos los días qué pasará cuando crezcas, ya que no podrás seguir oculto. Mis padres tarde o temprano te descubrirán, pero no te preocupes, no te abandonaré.

Pasó el tiempo y el perro creció. El niño no pudo seguir ocultándolo. Los padres lo descubrieron y cuando pensaban llevarse al animal a una perrera, se sorprendieron al ver que se había escapado. El padre, molesto le dijo a su hijo:

- Nos has desobedecido, por eso estás castigado, para que aprendas a no mentir.

El niño se sentía triste. Encerrado en su cuarto, comenzó a llorar. Pensaba en aquellas palabras que una tarde él le había dicho a su fiel compañero. Pasaron los días y Negrito no aparecía. Una noche Pedro rezaba, le pedía a los ángeles que le concibieran un deseo, que volviera su encantador perro. En ese instante apareció Esperanza. El chico asombrado y con un poco de miedo le preguntó:

- ¿Quién eres?

Ella rápidamente contestó:

-Soy un hada.

-¿Qué haces en mi cuarto?- Volvió a preguntar el niño.

- Escuché tu deseo. Me llaman Esperanza, porque a pesar de mis juegos malditos, mi nombre hace honor a la voluntad, fe que los seres humanos no deben perder, sino guardar en su corazón. Tú tienes un alma pura y limpia, pero por desgracia, tienes unos padres con pocos sentimientos, que no son capaces de sacrificarse para hacerles un bien a los demás. Lo siento, de los errores se aprende, y esta es una lección que siempre recordarás. Lástima que tú seas el más perjudicado, pero ten fe, trata de conseguir comunicación con tus seres queridos, trata de lograr que te escuchen, que tus deseos sean importantes para ellos, porque tienes ese derecho. Ahora me tengo que ir -expresó el hada.

El niño con lágrimas en sus ojitos, le dijo:

- No te vayas, devuélveme a mi perro.

-Eso no es posible –dijo Esperanza.

En ese momento el hada desapareció. Pasaron semanas y Pedrito aún recordaba a su especial amigo. Una mañana, en una playita cercana al lugar donde vivía la familia, el chico nadaba solo, y pensaba en lo feliz que sería si tuviera a su lado a su mascota. Estaba tan entretenido que se fue alejando poco a poco de la orilla. Cuando se vino a dar cuenta, ya estaba en lo hondo. Gritaba auxilio, pero nadie lo escuchaba. Tragaba mucha agua, se llegó a desmayar. Pedro despertó en su cama por la noche, y encontró a su lado a Negrito, mirándolo con esos ojos grandes que expresaban preocupación. Entonces ladró como diciendo: “Aquí estoy”. La madre se acerca a su pequeño hijo, lo abraza y le dice con cariño:

- Tienes razón, Negrito es un regalo que el destino te ha enviado. Perdona a tus padres por no comprenderte, ya le hemos pedido perdón a tu salvador.

En ese momento el chico entendió por qué estaba su perrito en la casa. Fue Negrito el que le había salvado la vida. De pronto apareció el hada y sonriendo le decía a Pedro:

- Nunca pensé que mi juego por primera vez resultara distinto. Veo que existen animalitos que llegan a convertirse en el mejor amigo del hombre, en su guía, en un salvavidas como este que tienes la suerte de conservar siempre a tu lado. Me siento contenta, porque mi travesura ayudó a que tus padres te comprendieran. Te mereces amor y amistad, porque eres de aquellas personas que pacientemente esperan, desesperan, pero no pierden las “ esperanzas” de luchar, de encontrar fuerzas, voluntad para arreglar los problemas, quitar los obstáculos que se atraviesan en el camino de la felicidad. Por eso cuenta conmigo para lo que desees. Con solo mencionar mi nombre, aquí estaré.

Nuevamente el hada desapareció. Después de lo ocurrido, todo volvió a la normalidad. En el hogar reinaba la bondad. Existía un nuevo miembro en la familia, al cual todos querían y que una vez fue el milagro de un niño que se encontró en peligro, ese era Negrito, un perrito agradecido.

A la luz de tu mirada.

Una hermosa joven llamada Jazmín, que admiraba la belleza de la naturaleza vivía con su abuelo en una casita lejana, cerca de un río. No tenía amigos. Era de aquellas muchachas que cada mañana, se levantaba despacito, sin hacer ningún tipo de ruido para no despertar a su abuelo y entonces poder nadar un poco en aquel río tan bonito. A ella le encantaba sentir el agua fría en su cuerpo, así como el sonido de los pajaritos. Se pasaba el día cantando, o recogiendo flores. Un día llegó a la casita un apuesto joven. Con mucha educación tocó a la puerta y al salir la muchacha; dijo:

- Disculpe que la moleste señorita, usted cree que me pueda brindar un poquito de agua, algo de comer, es que llevo mucho tiempo caminando por este monte, con sed y hambre y creo que en estas condiciones jamás podré alcanzar mi gran sueño.

La muchacha al escuchar la voz del joven, tan tierna y a la vez tan sincera, lo dejó pasar, le dio algo de comer y de beber, pero en eso llegó el anciano y muy enojado le preguntó a Jazmín qué hacía ese chico en la casa. Ella le contó. El abuelo un poco nervioso al pensar que el chico quería aprovecharse de su nieta, le preguntó:

-¿Qué sueño sería capaz de hacer caminar por este monte, pasar sed y hambre a un chico como tú, tan educado, tan fino al vestir y al comer?

El joven no se demoró en responder:

-No se deje llevar por las apariencias, deseo encontrar a mi madre, la mujer que mi padre dejó por ser pobre, a la cual le quitó su hijo de los brazos, rompiéndole el corazón en mil pedazos, dejándola sin ansias de vivir y que estoy seguro que no ha vuelto amar por miedo a que la vuelvan a traicionar. Es que no se ha dado cuenta, señor, que mi madre está viviendo en este monte, sola, escondida del mundo por miedo a ser discriminada, rechazada y que yo soy su única esperanza.

El abuelo le dice casi llorando:

- Aunque no lo creas, te comprendo más de lo que te imaginas y por eso te voy a ayudar, encontraremos juntos a tu madre, te lo prometo.

El chico se quedó asombrado por la reacción que había tenido el anciano, se había dado cuenta que el abuelo sentía lo sucedido como si le hubiera pasado a él. Pasaron días, semanas y el chico seguía pensando en lo ocurrido, además de algo nuevo e inesperado, el amor, que había llegado a su corazón por medio de Jazmín. Lo más bello de todo esto es que a Jazmín le sucedía lo mismo, estaba enamorada de ese joven. Un buen día, en el río, el chico le dice cuanto la ama y que si ella se lo permitía, él la amaría por el resto de su vida. Ella simplemente respondió:

- A la luz de tu mirada, he conocido lo que es el amor.

Entonces fue cuando el chico comprendió todo, pero no le importó que ella fuera ciega, pues la amaba tal y como era.

Pasó el tiempo y se cumplieron todos los sueños, el del abuelo, el de Jazmín y el del apuesto joven. El abuelo encontró la felicidad para su nieta, alejándola del rechazo y la discriminación. El chico encontró a su madre y Jazmín, la chica que sentía y veía en su interior las maravillas de la vida encontró el amor, guardando bellos recuerdos en su corazón.

Un deber de ambos.

Les contaré la historia de una joven llamada Carolina, que era hermosa como las estrellas, estudiosa, sincera y muy buena hija. Vivía en la ciudad con su abuelita, ya que sus padres se encontraban trabajando en el campo en el cuidado de la flora y fauna. No obstante mantenían comunicación por medio de cartas. Se comentaba en el barrio de la abuela, que la chica tenía un corazón de oro, lleno de amor y amistad para brindarle al mundo entero. Pero por desgracia, nadie es perfecto, todos cometemos errores de los cuales nos podemos arrepentir, y esta jovencita, lamentablemente, cometió uno que le dejó para el resto de su vida una huella oscura como la noche.

Carolina era de aquellas muchachas que se levantaba por la mañana sonriendo, abría las ventanas de su acogedor hogar para disfrutar el canto de las aves, el perfume de las flores y admirar lo bello que es el Sol. Las personas se quedaban asombradas al ver como trataba todo a su alrededor con dulzura, cariño, paciencia, alegría y no le guardaba rencor a nadie cuando le realizaban una mala acción. Por lo que fue escogida para planear la fiesta sorpresa de Violeta, su mejor amiga, que cumplía años y soñaba con un regalo impresionante. En la noche de la celebración, se encontraba presente su vecina Dora, que se había encariñado con ella, ya que admiraba el maravilloso don que caminaba por sus venas. Sin pena, le pregunta:

- ¿Carolina, qué fórmula tienes para ser feliz y brindar tanta solidaridad sin desear algo a cambio?

La joven, mirando fijamente a los ojos de su vecina le contestó:

-Mi fórmula es brindar amor y comprensión a los que me rodean. Recibo felicidad, así como, sentirme útil de hacerle un bien a los demás.

En ese momento Dora se quedó sin palabras, pero pudo notar que la chica era buena, sana, y a la vez, ingenua, que pensaba que el peligro nunca estaría cerca de ella.

Continuaba la diversión en la fiesta de Violeta, cuando Luis, un apuesto joven invita a bailar a Carolina. En ese instante surgió un amor a primera vista. Con el tiempo, la muchacha se ilusionó al conocer las cualidades del chico, ya que era inteligente y muy trabajador. Además ejercía una linda y difícil profesión: el magisterio. Luis llegó a quererla mucho y admiraba su forma de ser. Los dos lucían muy bonitos juntos. Llegaron a causar envidia en muchas personas. Un día, sentados en unos banquitos de un maravilloso parque, él con gran entusiasmo a su novia le dice:

-Eres la razón de mi existencia, eres como un ángel que me purifica el alma. Por siempre yo te cuidaré y amaré.

Con una gran sonrisa en el rostro, rápidamente la joven exclamó:

-¡Me siento feliz y protegida a tu lado! ¡Eres mi príncipe azul, el hombre de mis sueños y por eso te amo tanto!

Llevaban dos años de noviazgo, cuando una mañana Luis desapareció. Pasaron días, semanas sin que la chica tuviera noticias de él. Ni siquiera podía hablar con los padres del muchacho, ya que hacía un año que habían abandonado el país. La joven se sentía preocupada, desesperada. Averiguando se encuentra con un viejo amigo de su novio que le dice:

-Luis me pidió que no te contara, pero yo creo que tú tienes el derecho de saber que se encuentra en un sanatorio. Allí lo cuidan, dándole una ayuda especializada, pues está infectado por el VIH/SIDA.

Carolina por poco se desmaya al enterarse. El miedo invadía lentamente su cuerpo. Cuando se encontraba junto a su abuelita disimulaba. Las cartas enviadas a su familia en el campo hablaban solamente de mentiras, ya que la chica todas las noches lloraba sin parar. Estuvo días encerrada en su cuarto, ya no miraba el bello sol que entraba por su ventana. Sabía que lo correcto era ir al hospital por su propia voluntad, y hacerse la prueba del VIH/SIDA, pues estaba segura que pronto la buscarían, ya que era la novia del infectado. Pero no se atrevía a ir. No quería conocer el resultado, ni que las personas se enteraran de la situación, ya que comenzarían las preguntas y ella no sabría qué decir. No obstante, Dora que sentía un gran afecto por la muchacha, fue a su casa preocupada, tocó a la puerta varias veces hasta que la joven abrió. La vecina se asustó muchísimo al ver el rostro pálido y los ojos hinchados que la chica tenía de tanto llorar, por lo que le preguntó:

- ¿Qué te ha sucedido, Carolina?

Ella angustiada respondió:

- Una desgracia. Mi vida ahora no tiene sentido.

- Pues cuéntame con detalles, que estoy dispuesta a brindarte mi apoyo, aunque se trate de un problema grave -expresa Dora.

Después que la muchacha le comentó su delicada y difícil situación, la vecina se quedó pensativa. Recordaba el pasado. Lo que menos se imaginaba Carolina era que Dora conocía muy bien por lo que ella estaba pasando, pues había perdido un hijo por culpa del SIDA y no estaba dispuesta a dejar morir a una chica de tan buenos sentimientos. Con lágrimas en los ojos, pero demostrando esperanza, le dijo con voz fuerte a la joven:

- Vístete rápido. Te acompañaré al hospital.

La chica le suplicó:

- Por favor, guárdame el secreto. No quiero preocupar a mi familia.

A lo que con firmeza la vecina le respondió:

-Yo hablaré con tus padres, depende del resultado de tus exámenes.

Unos días después, a Carolina la diagnosticaron seropositiva. Fue un momento lleno de angustia y sufrimiento, pues cursaba sus estudios universitarios, tenía veinte años y no soportaba saber que su vida ya no sería la misma, porque vivía ahora con VIH. La muchacha había cambiado mucho desde la tragedia. Se sentía muy deprimida, la soledad, la discriminación y el rechazo eran sus nuevos compañeros, ya que no tenía amigos, porque cuando conocieron su condición de seropositiva, comenzaron a evitarla.

Violeta se enteró por una compañera de estudio, que su mejor amiga estaba infectada. Desde ese momento comenzó a comportarse de forma rara. Una mañana, camino a la Universidad, la joven se encuentra con el falso apoyo, a la que trataba como si fuera su hermana. En ese instante, Carolina se le acerca y le dice adolorida:

-Pensé que nuestra amistad era verdadera, pero ya veo que me equivoqué.

Violeta no se demoró en responder:

-Lo mejor es que no nos veamos por un tiempo. Entiéndeme, tengo miedo de contagiarme. Debo irme. Te deseo lo mejor.

La autoestima de Carolina empeoró. Sola, con lágrimas saliendo de sus hermosos ojos pardos, iba caminando en dirección a su casa. Mientras caminaba, reflexionaba. Llegó a una conclusión: había vivido veinte años en puras fantasías, no conocía la realidad.

La vecina le mandó una carta a los padres de la chica contándole la situación. Ellos enseguida se mudaron a la ciudad. Su familia mostraba una excesiva sobreprotección. Lo que menos Carolina quería era la lástima de las personas. Producto del desagradable problema, el rendimiento académico de la muchacha disminuyó. Ya no tenía ansias de vivir. Dora, que siempre la apoyó, que había pasado por una situación similar, de forma sincera le dijo:

-Tú eres inteligente, así que espero que entiendas lo que con claridad te voy a explicar. Las personas que actúan de forma rara, te rechazan, es porque no tienen conocimientos acerca de la enfermedad. Son personas ignorantes. Creen que el SIDA nunca les va a tocar, que es problema de otros. Lo que no se imaginan es que están en una grave equivocación, porque el SIDA no tiene rostro ni preferencia por nadie, no busca raza ni situación económica, no es para buenos ni para malos. Todos estamos en riesgo de contraer el virus que hasta hoy no tiene cura, por lo que cuidarnos, buscar información acerca del tema para no correr el gran peligro de infectarnos es un deber, y los que por desgracia están infectados, deben ayudar a aclararles con la verdad las dudas que tienen esas pobres personas acerca del VIH/SIDA, como conceptos erróneos y esa forma de pensar de que la persona infectada es como una “peste”que va por el mundo contagiando a seres humanos sanos.

Gracias a la comunicación se pueden lograr muchas cosas, y la conversación que tuvo la vecina con Carolina, hizo que la chica buscara apoyo e información con especialistas. Los profesionales les explicaron y afortunadamente convencieron a la joven de integrarse al Equipo de Ayuda Mutua de su municipio. Allí encontró compañeros que de forma honesta le brindaron amor y comprensión, no lástima ni discriminación. Con la colaboración de ellos pudo preparar una reunión en una de las aulas de la Universidad, con el objetivo de explicarle a las personas que se alejaron de ella por miedo a infectarse, a supuestos amigos que le dieron la espalda en el momento más difícil de su vida, cómo se transmite la enfermedad. El día de la reunión, Carolina comenzó diciendo:

- Buenos días. Con dolor les comento que la ayuda que ustedes no me brindaron cuando la necesitaba, se las brindaré yo en estos momentos, porque conocí que todavía existe el prejuicio en la sociedad, y respecto al VIH/SIDA sobran los silencios. Ustedes deben eliminar la gran ignorancia que contiene sus pensamientos, para no poner en riesgo ese preciado tesoro que es la vida. Quiero que sepan que el VIH se transmite al tener relaciones sexuales desprotegidas, mediante el contacto directo de la piel o mucosas dañadas con sangre infectada a través de objetos cortapunzantes, ejemplo: agujas, cuchillas. Así como de la madre a su hijo durante el embarazo, el parto o la lactancia. La saliva, el sudor y las lágrimas de un ser humano seropositivo carecen de suficientes virus para provocar una infección. Además, la piel sana establece una protección natural contra el virus, por eso es posible darnos la mano, abrazarnos y hasta besarnos sin riesgo alguno.

En ese instante, comenzaron las preguntas en aquella reunión:

-¿Quiénes son los más afectados?

-¿Cómo es la vida de un seropositivo?

-¿Cómo evitar el VIH/SIDA?

Con un gran valor, rápidamente Carolina contestó:

- Aunque los jóvenes y los homosexuales han sido los más afectados por esta enfermedad, las personas menos jóvenes y heterosexuales han sido también infectadas. Cualquiera que tenga relaciones sexuales sin condón corre el riesgo de contraer el virus. Es importante especificar, que los seres humanos como yo, pueden y deben trabajar, siempre que su estado de salud nos lo permita. Es un derecho que todos tenemos, porque ayuda a mantenernos saludables, activos y siempre útiles. Hay varias maneras de evitar el SIDA como la abstinencia, practicando sexo seguro, intercambiando caricias, abrazos, besos, masajes corporales y la masturbación mutua. Una forma muy importante de proteger nuestras vidas es usando siempre el condón, porque es mejor precaver que tener que lamentar.

La joven, junto con sus compañeros del Equipo de Ayuda Mutua terminaron su reunión diciendo:

“La vida de una persona seropositiva es muy difícil, pero si tenemos a nuestro lado fe, voluntad, amor y muchísimo apoyo, resulta más fácil no perder las esperanzas de vivir la vida”.

En ese momento todos los presentes en aquella reunión aplaudieron. Agradecieron la información brindada y le pidieron disculpas a la chica por la actitud tan ignorante, mala e inhumana que habían asumido. La muchacha los perdonó, porque entendió que tenían en sus cerebros grandes lagunas respecto al VIH/SIDA, y que ella le había hecho un bien a la sociedad con esa reunión. Violeta, su supuesta amiga, se le acercó muy apenada y le dijo:

-Lo siento. Cometí un error. Espero que me puedas perdonar algún día. Confieso que desconocía por completo la enfermedad. Espero que podamos en un futuro volver a ser grandes amigas.

Carolina, con valor le respondió:

-Te perdono, pero no me hables del futuro, porque yo vivo el presente.

Al salir de la Universidad, la chica sentía que le faltaba algo muy importante por hacer. Así que fue al sanatorio a ver a Luis, su exnovio. El al verla se sorprendió y le comentó:

-Discúlpame, no tengo cara para mirarte. Sé que huí de la situación. Debí enfrentarla, explicarte lo sucedido, pero al saber que era seropositivo, no tuve el valor de decirte que una noche, borracho, me acosté con una desconocida, y que tuve la desgracia casualidad de infectarme con el VIH. Perdón por serte infiel. Yo te quiero mucho. No sabía que esto ocurriría. Tú eras tan buena, sincera y fiel conmigo que tuve miedo de contarte y perderte.

Ella llorando también se expresó:

-Si me hubieras contado antes, a lo mejor no me hubieras perdido, pero me mentiste. Así se comportan los cobardes. Ahora estoy infectada de VIH. Reconozco que no sabía nada del tema antes de ser diagnosticada seropositiva, en ese entonces para mí el SIDA eran simplemente cuatro letras que no tenían que ver conmigo. Es lamentable que haya tenido que pasar por esta horrible experiencia para conocer acerca de la cara oculta de la enfermedad. Por eso me prometí ayudar a los demás, explicarles. Pasar mis conocimientos por la multitud, para que no cometan el mismo error que yo. No sabía que en la confianza está el peligro, y yo confié ciegamente en ti. Tú tienes culpa, pero no eres el único responsable de esta catástrofe, yo nunca te exigí el condón, y es muy difícil lograr en la mayoría de las personas la fidelidad. Yo soy tan culpable como tú, responsable de mis errores, porque en una relación de pareja “protegernos es un deber de ambos”.

Desde ese día, Carolina a pesar de vivir con VIH, es una persona feliz, que le ha demostrado al mundo entero que el amor si existe después del SIDA. Ahora tiene un nuevo novio que la quiere y respeta. Los dos disfrutan plenamente del amor y la sexualidad, siempre usando el preservativo en sus relaciones sexuales con penetración. Amarse y protegerse es el centro de su relación. Hoy, Carolina se siente realizada. Trabaja, asiste puntualmente a sus consultas, se mantiene saludable mediante una adecuada alimentación y buenos ejercicios. Trata de conservar una alta autoestima. Tiene el apoyo de su familia, de su encantadora vecina, de su trabajo, amigos, en fin de toda la sociedad. Junto con varios compañeros realizó una importante campaña llamada: “Responsabilidad y fidelidad si quieres vivir la vida con plena felicidad”.

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